Ecos del pasado

No soy feliz. No culpo a nadie de ello.
No fui una persona consistente, no fui la persona que siempre supo decidir.
Ni la que mejor entendía las cosas

Era más bien ausente. Nada pasaba en mi interior, solo sensaciones, temblores, perplejidades.
Pero hay recuerdos de cómo andaba desdoblada de mí misma.
Una huella empezó a marcarse en el consultorio del psiquiatra, siendo joven, siendo alguien que no podía dormir.
Cuando desperté de manera real, me había curado:
El dolor existe. Las cosas empiezan y se terminan. 
Recordé que años antes había aprendido a montar bicicleta y me alejé con ella hasta convertirme en una  desconocida. Alcancé placenteramente el color azul del mar, detrás de la franja gris del asfalto, él marcaba el verdadero límite.

Las fracturas muestran sus grietas no en la piel, sino en las historias que nos contamos de nosotros mismos. Éstas son más válidas que la puesta del sol, que el viento que sopla. Cosas que ya sabía desde que era pequeña, porque me mentía y mentía bien a los demás. Sobreviví gracias a esa falsía.

Todo parece ahora un sueño.

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