Anoche

En un punto sentí como si hubiera una mano invisible, enorme, que acariciaba mi cuerpo delicadamente. 
Tenía los ojos cerrados y creí desaparecer en la oscuridad. El viento cálido de nuestra agitación,  mermelada de fresa. Abrí los ojos, la mano era de color oscuro y era yo. Era yo quien amaba. Era yo la que sentía. 

Creí haberte perdido. Aquel tacto que pensé que eras tú, era un bosque que se hendía en mi corazón, que te llamaba como las estrellas a la luz, una vez se convierten en agujeros negros. 

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