Me acuerdo que una vez entre a través de la puerta de color púrpura. 
Un color incendiario, inapropiado para señoritas de su casa de sentimientos edificantes. 
Me permití una flor al querer besar y encontrar en el pecho, el ave frágil de oro. 
Y la encontré, engañandome:
El falaz espejo.

He tocado tantas puertas después...
No era igual
Era consciente del desencanto, de las infinitas dimensiones ocultas en un universo de magnitudes encerradas en la cola del gato
del tintineo del cristal
el seno redondo
donde alguna vez guardé inocencia

La vehemencia de la carne nunca respondió mi súplica, para ser franca
y para ser franca di la ternura de mi salvaje impulso
lo más que he podido, nunca dejo de derramarla, para eso está
y de qué sirvió?

aún creo que hay diamantes
si es que no rompo el espejo antes
o me termino de quebrar por dentro
para entender el abecedario
de la oscuridad que solo puedo llevar como verdadero amuleto
de lo desconocido.




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