Cosas que se las lleva el viento, parte 2
Tuve una nueva conversación con esa misma persona del post anterior. Ambos tenemos la misma edad, amigos de amigos en común. Vivíamos en el mismo distrito, prácticamente. Hemos visto, probablemente con atención a la misma gente extraña pasar caminando por el barrio. Solo empezamos a hablar ya de adultos, un primo suyo era un amigo mío. Vivimos una historia corta y extraña de amor, pero también de distancia. En ese momento, no lo había entendido tan claramente, pero yo sabía que él tenía algo que le ocurría en su mente.
Ahora que nos hemos vuelto a ver después de esa primera conversación de la que hablé antes, leí de otra manera algunas cosas suyas. Sentía que él hablaba de cosas triviales. No porque per sé lo fueran: rara vez podemos hablar de cosas intimas, debido a que no tiene privacidad donde vive. No puedo visitarlo presencialmente dado que ahora habito en una ciudad muy lejana a la suya. En ese momento, él me hablaba de los edificios y de los precios de las comidas que hay en las cafeterías de ese barrio hipster. Allí tuve que presionar un poco la conversación para llevarla a ese momento de su vida en el que nos alejamos. Hablamos un poco al respecto y de pronto me dijo "no me gusta pensar en esos años". A partir de allí, me contó sobre cómo ahora se dedica a recordar las cosas, porque las olvida; sobre cómo quiere recontactar a sus viejos amigos, etc. Durante la conversación noté por qué lo había llegado a amar, por qué me dolió tanto entender que ese vínculo no podía ni pudo ser recíproco. Es una persona infinitamente sensible y perceptiva, tanto que sabía ser buena compañía quedándose inclusive en el silencio. Había mucha belleza en cómo miraba el mundo: una sencillez muy propia de los niños cuando están soñando.
Lo vi nuevamente a los ojos, había serenidad. La misma que tenía 14 años antes, en esos escasos lapsos en los cuales su mente no lo nublaba. Creo que he recuperado a una persona para mí, un amigo ahora.
Ahora que nos hemos vuelto a ver después de esa primera conversación de la que hablé antes, leí de otra manera algunas cosas suyas. Sentía que él hablaba de cosas triviales. No porque per sé lo fueran: rara vez podemos hablar de cosas intimas, debido a que no tiene privacidad donde vive. No puedo visitarlo presencialmente dado que ahora habito en una ciudad muy lejana a la suya. En ese momento, él me hablaba de los edificios y de los precios de las comidas que hay en las cafeterías de ese barrio hipster. Allí tuve que presionar un poco la conversación para llevarla a ese momento de su vida en el que nos alejamos. Hablamos un poco al respecto y de pronto me dijo "no me gusta pensar en esos años". A partir de allí, me contó sobre cómo ahora se dedica a recordar las cosas, porque las olvida; sobre cómo quiere recontactar a sus viejos amigos, etc. Durante la conversación noté por qué lo había llegado a amar, por qué me dolió tanto entender que ese vínculo no podía ni pudo ser recíproco. Es una persona infinitamente sensible y perceptiva, tanto que sabía ser buena compañía quedándose inclusive en el silencio. Había mucha belleza en cómo miraba el mundo: una sencillez muy propia de los niños cuando están soñando.
Lo vi nuevamente a los ojos, había serenidad. La misma que tenía 14 años antes, en esos escasos lapsos en los cuales su mente no lo nublaba. Creo que he recuperado a una persona para mí, un amigo ahora.
Esa fea ciudad, Lima, tiene personas como él.
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