Traces of love
Hace un frío penetrante y húmedo, a raíz de las secuelas de una temporada de lluvia extendida inesperadamente. Estoy entrando a una serie de cambios. Y el cuerpo está entendiéndolo. Mi creatividad está encontrando un lugar en el mundo, creo que ya no de manera tan clara en las palabras y la resbaladiza memoria que se transforma en algo grotescamente romántico (con lo que eso significa como valor absoluto).
Por ejemplo, recuerdo a una persona caminar en dirección opuesta a mí, dentro de la universidad. Yo tendría 18 o 19. Él era un chico de mi misma edad, quizá un año menos que yo. Delgado, ojos grandes, camiseta roja. No sé por qué a los chicos de mi adolescencia siempre los recuerdo de esa manera. Recuerdo que me miraba a los ojos y eso era algo no común para mí en ese momento. La mayor parte de las miradas masculinas que había recibido hasta ese momento eran feroces, hambrientas, o torpes. En cambio acá, estos ojos de los que hablo, magnetizaban un lugar oculto de mi introversión. Algo de lo que quería escapar. Esa sensación era tan placentera, el espejo de Narciso, que quizá por su gran carga de egoísmo solo se tratara de un sueño. O quizás no. Fue un recuerdo que apareció el año 2017 o 2016 o 2018, después de una fiesta en la que me sentí un pez fuera del agua a punto de ahogarse con violencia. En esa misma fiesta, sentí que también alguien me miraba con perplejidad. Es preocupante cuando alguien te atraviesa así. ¿Pero qué hacemos con eso? Yo también tengo ese hábito al mirar y ya hay descaro en mi conducta. No es por encontrar un tema de estudio, sino a la persona que está detrás de mi percepción y notar muchos cabos sueltos. Es hermoso. Es como construir una escultura con paciencia. Perseguir los colores de la paleta de Rembrandt, cuando ya era viejo. Tengo suficiente edad para afirmar que mi curiosidad y afecto con el mundo que miro no son inútiles, que alguien tiene que ver el mundo con lo que creo que habita dentro de mí y, si no soy yo, ¿quién?. Cada persona es la última vida en el universo. No es malo hablar con otra mirada tampoco, es necesario. Esta claridad es algo que actualmente me retira de mi ensimismamiento y me da cuerpo y presencia.
Ahora es fácil hablar de todo esto porque ha pasado el tiempo, y no es una sorpresa que la historia personal puede tratarse de un invento que se mueve a lo largo de la vida, ajustándose a las necesidades de sobrevivir, proveerse una idea de un sentido, algo que se me hacía esquivo debido a mi historia personal que da para largo y tedio de quien me esté leyendo y que quizá no importe nada, excepto para simplemente expresarlo. Este universo existe.
No me quiero mezquinar esa opción de aferrarme a mí misma de maneras no racionales, no heladas, no conservadas en secuencias ambarizadas en lógica.
Pienso ahora en quién que fui por única vez. Esa persona incapaz de notar su propios colmillos de animal enamorado.
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